El utilitarismo- que ha sido dominante en la ética desde sus inicios hasta la
década del 70- se presenta como una concepción ética de vida buena ligada a
un ideal de perfección humana, donde la virtud tiene un papel sobresaliente.
Si bien desde la modernidad la virtud deja de ser centro de las discusiones
éticas, John Stuart Mill es el último filósofo de esta época que trata la
problemática entre felicidad y virtud.
El cultivo y la adquisición desinteresada de la virtud se integran en el
proceso de autorrealización humana –nueva forma de felicidad-. La virtud es
necesaria para la consecución de la felicidad y para el interés general de la
sociedad. J. Stuart Mill, desarrolla el tema de la virtud en dependencia de su
concepción utilitarista de la moral, que, a su vez, es consecuencia de su
pensamiento en torno al hombre.
Centrándonos en estos conceptos analizaremos los problemas que se han
encontrado en la relación entre felicidad y virtud y trataremos de profundizar en
su vinculación paradójica.
¿Qué papel juega la virtud, en especial los sentimientos sociales, en una
ética que pretende lograr al bienestar general? ¿Cuál es la función social y
personal de la virtud?
En primer lugar definiremos los términos centrales de la problemática a
tratar (I). Posteriormente, para entender el concepto de felicidad en Mill, y su
vinculación con el placer, nos centraremos en las nociones de placer
cualitativo, jueces competentes, dignidad, progreso humano, y felicidad
general, que nos permitirán entender que para Mill hay tipos de existencia
humana –unas mejores que otras- y a la felicidad como un conjunto complejo
de elementos (II). Luego, presentaremos los problemas que surgen del análisis
del lugar que ocupa la virtud en el autor estudiado (III); y finalmente
La relación entre felicidad y virtud en John Stuart Mill
Revista ACTIO nº 9 – noviembre de 2007 36
realizaremos algunas reflexiones sobre el tratamiento paradójico que realiza
Mill de la virtud.
(I) Eudaimonía y Areté
La ética griega gira sustancialmente en torno a dos términos, eudaimonía y
areté; o bien, según su traducción tradicional al español: «felicidad» y «virtud».
“Responde a la problemática inaugurada por Sócrates y Platón, cuya cuestión
central era la siguiente: ‘¿De qué manera es necesario que un hombre viva su
vida?’ Como es evidente, lo que aquí está en juego no son principios generales
sino más bien una escala de bienes entre los cuales escoger como fin último o
supremo de la propia vida. Cuestiones, pues, referentes a la eudemonía o
buena vida formaban parte integrante de la ética tanto como la teoría de las
virtudes, o en la tradición estoica, de los deberes”
1
.
La Eudaimonía, literalmente significa la posesión del buen daimon, de la
buena suerte o del buen destino, era atribuida a alguien por los griegos
haciendo referencia más bien a lo que normalmente sería la fuente de estos
sentimientos, es decir, la posesión de lo que se considera deseable, algo más
parecido a un juicio objetivo.
Si bien Areté -entendida a esta como la cualidad excelente, como una
disposición habitual a obrar bien en sentido moral- es traducida como virtud, su
plural, aretai puede incluir otras cualidades, además de la morales, como el
ingenio o la sabiduría.2
El Eudemonismo –tanto de Aristóteles y Platón como de la Stoa-, se
diferencia del hedonismo, en la medida en que el fin de las acciones es el logro
de una vida buena y no la consecución del placer.
Aristóteles entiende que la eudaimonía es el fin de toda acción humana, y
por consiguiente la mejor vida que puede vivir el hombre; la «vida buena», se
refiere a la calidad sustancial de la vida, no a una simple característica o
propiedad de la misma. Es claro que Aristóteles se opone a identificarla
exclusivamente con el placer, la riqueza o el honor, pero la discusión se centra
en si el acento de la vida buena está en la vida contemplativa o en la vida
virtuosa. Aristóteles elimina el placer como sinónimo de vida feliz, aunque a
diferencia de Platón no lo anula totalmente. Para Aristóteles el placer es un
concomitante de la acción, y los verdaderos placeres serán aquellos que
acompañarán a la actividad más perfecta.3
El Hedonismo es la concepción ética que identifica el bien con el placer,
que pasa a ser considerado como el fin último que persigue la acción humana.
1
Guariglia, 1996, p. 15.
2
Cfr. Rowe, 1995, p. 185.
3
Cfr. Guariglia, 1997, pp. 88-89.
Carolina Pallas
Revista ACTIO nº 9 – noviembre de 2007 37
El tema del valor moral del placer como fin último o guía de la acción moral fue
ampliamente discutido en todas las corrientes filosóficas griegas del siglo IV
A.C., y se hallan expresiones de un cierto hedonismo en algunos sofistas como
Gorgias o Antifonte, pero quienes la defendieron y desarrollaron más
específicamente fueron los cirenaicos, y especialmente su fundador Aristipo. El
platónico Eudoxo de Cnido defendió tesis morales semejantes – la vida de
placer es la candidata para la vida feliz, ya que todos los animales, incluido el
hombre, persiguen el placer y evitan el dolor como un mal- contra las que
argumentó Platón.
La otra gran corriente hedonista de la Antigüedad fue la representada por
Epicuro y sus seguidores. «El placer es el principio y el fin de la vida feliz»,
afirmaba Epicuro, pero no entendía el placer como placer inmediato, sino como
placer estable y ausencia de dolor.
Se han considerado hedonistas los filósofos utilitaristas como J. Bentham o
J.S. Mill, pero en éstos el placer no se subordina al individuo, sino a la sociedad
pues, según ellos, el bien moral es la consecución del placer para el máximo
número de personas.
En la tradición ética occidental, la virtud es considerada condición
indispensable del perfeccionamiento del ser humano. De ahí que, en general,
los planteamientos que tienen en cuenta la autorrealización o el cultivo del
individuo, integren un tratamiento más o menos amplio de la cuestión de la
virtud. Ahora bien, el tema de la virtud puede ser enfocado desde diversas
perspectivas que hagan prevalecer un aspecto u otro de la virtud. Estos
enfoques dependerán, en último término, de cómo se haya concebido al ser
humano.
La ética griega, además del análisis de la vida buena, se presenta como
ética de la virtud, en la medida que esta es el medio para conseguir la vida
buena. El reconocimiento común de la conexión entre felicidad y virtud no
impide que se presenten diferentes versiones sobre cuales son los eslabones
que los unen.
Para Aristóteles la virtud es necesaria pero no suficiente, se necesitan
además bienes externos. Para Platón y los estoicos la virtud es suficiente para
la felicidad4
.
Epicuro entiende: “si bien todo placer es bueno no siempre debe seguirse”;
y es la prudencia –virtud de la que se originan todas las demás-, que está unida
a la vida feliz, la que considera las ventajas y desventajas de los distintos
placeres.
4
Cfr. Annas, 1995, p. 247. Ver además Guariglia, 1996, pp. 190-191, donde se plantea la diferencia entre
Aristóteles y Platón en relación a la phrónesis.
La relación entre felicidad y virtud en John Stuart Mill
Revista ACTIO nº 9 – noviembre de 2007 38
Si eudemonía en la antigüedad hacía referencia a las condiciones objetivas
de una vida buena, en la actualidad denota una sensación subjetiva de
satisfacción; de un sentimiento interior que varía en cada persona, y por ello
tiene un valor relativo.
Desde la modernidad deja de ser centro de las discusiones éticas, aunque
en la actualidad ha vuelto desde una nueva perspectiva. Kant desliga la
felicidad de las cuestiones éticas, en la medida que los hombres no pueden
ponerse de acuerdo en el modo de lograrla, pero si, acaso, sólo en el modo de
decidir en qué consiste la moralidad. Y ésta no lleva de por sí a la felicidad,
sino que sólo hace al hombre digno de ser feliz.
Sin embargo, los pensadores utilitaristas ingleses del siglo XVII y XVIII aún
mantenían viva esta preocupación. John Stuart Mill es el último filósofo de esta
época que trata la problemática entre felicidad y virtud.
El Utilitarismo es el sistema ético que pone el fundamento y la regla de la
moral en la utilidad entendida como interés mayoritario, las acciones son
moralmente buenas si son útiles para el mayor número de individuos. Es “una
teoría del bien utilizada habitualmente para dar contenido al marco
consecuencialista más amplio. (...) Donde traza la línea la teoría utilitarista es
en la insistencia en que para que algo sea un bien debe ser bueno, de algún
modo, para alguien”5
.
Es una concepción consecuencialista: la corrección moral de un acto
depende de sus consecuencias, de la capacidad de producir un cierto estado
de cosas previamente valoradas, y no aplica el principio de valorar las acciones
humanas por lo que son en sí mismas. Para el utilitarismo ético un acto es
correcto cuando maximiza la felicidad general, en palabras de Bentham: «el
mayor bien es la mayor felicidad para el mayor número posible de personas».
Las distintas versiones del utilitarismo responderán diferente a ¿Qué es lo
bueno? ¿Cuál es la concepción de felicidad? ¿Para quienes?
Aunque desarrollado de manera sistemática en un principio por J. Bentham,
el primero en usar el término “utilitarianism”, y por James Mill y John Stuart Mill,
seguidores inmediatos suyos, el utilitarismo hunde sus raíces en el epicureísmo
y el hedonismo de la antigüedad griega; y en teorías epistemológicas y morales
del empirismo inglés.
El utilitarismo de Mill, creemos que implica una renovación de los filósofos
clásicos, especialmente de Bentham. Mill perfecciona la doctrina de su
antecesor, incluso enfrentándose frontalmente a él. En particular a su
concepción restringida de las motivaciones y de la felicidad humana.
5
Goodin, 1995, p. 338.
Carolina Pallas
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(II) Felicidad, Placer y Autorrealización.
Si bien Mill es utilitarista, es una versión renovada con respecto a sus
predecesores. En el Principio de la Utilidad - también llamado de la Mayor
Felicidad - de Bentham; se entiende por felicidad la consecución del placer y la
ausencia de dolor; y a la inversa, se entiende por estado infeliz todo lo que
implica dolor y excluye lo placentero.
El utilitarismo de Bentham parte de un hedonismo psicológico: el hombre
obra de acuerdo a la maximización de su placer y a la minimización del dolor,
de ahí se pasa a un hedonismo ético: debemos procurar la felicidad, con su
variante egoísta: búsqueda de la propia felicidad -predominante en ciertas
partes de los escritos de Bentham-. Y el hedonismo ético universal, que Mill
presenta en El Utilitarismo, Cap. 2: es un deber de todos ocuparnos
imparcialmente y al mismo tiempo, tanto de la promoción de su felicidad
particular como de bienestar general de todos los sintientes, de forma que se
contribuya a la producción de la mayor felicidad total.6
El marco para obtener que es lo deseable se realiza a partir de la
observación y la introspección. Para Mill la prueba de que lo único deseable por
sí mismo es la felicidad, es de tipo fáctica. La experiencia, la práctica de la auto
conciencia, la auto observación, y la observación de los demás, es la base para
afirmar que la naturaleza humana está constituida de tal forma que no se desea
nada que no sea o bien parte de la felicidad o medio para la felicidad, y la única
prueba de que algo sea deseable es que realmente se desee.7
El pasaje que realiza Mill de lo deseado a lo deseable ha sido flanco de
diversas críticas, pero el análisis de la “prueba” del principio utilitarista escapa a
los intereses de este trabajo.8
Pero creemos, como afirma Guisán, que “Mill no anduvo del todo
desencaminado al buscar algún tipo de puente entre deseado y deseable... La
felicidad deseable no es sino la felicidad deseada por los individuos
autónomos, libres y autodesarrollados, que Mill toma como modelo de la
naturaleza humana educada y madura.”
9
La felicidad deseable no es la que cualquier hombre desea o cualquier
deseo, es lo que los hombres moralmente desarrollados desean. Por ello su
concepción de felicidad es llamada felicidad moral. Guisán se pregunta: “¿Qué
otra cosa puede ser verdaderamente deseable sino lo realmente deseado por
personas ilustres, sensibles y sensatas? El debe, en Mill, está contenido en el
es. No existen hiatos, fronteras, muros infranqueables para transitar del mundo
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