Crítica
De acuerdo con sus creadores la nueva adaptación cinematográfica de la novela 'Orgullo y Prejuicio', trata de plasmar el espíritu del libro de Jane Austen acercando el día a día de una familia y una época al público actual de la manera más realista posible al mismo tiempo.
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A partir de aquí y creyendo fielmente en lo anterior, el espectador tiene ante sí la magnífica perspectiva de sentarse tranquilamente y disfrutar de una visión costumbrista, 'alegre' y 'dramática' al mismo tiempo.
Lamentablemente, no son siempre las cosas como podemos imaginar y si bien es absurdo esperar que una recreación plasme punto por punto lo que en nuestra imaginación tan vivamente se pintó cuando disfrutamos de una buena lectura, no resulta menos frustrante una vez asumida esta máxima, que lo que prometía satisfacer bastante resulte más bien decepcionante.

Ciertamente desde la última y primera versión para el cine de 'Orgullo y Prejuicio' del año 1940, protagonizada por Laurence Olivier y Greer Garson, se ha producido una gran evolución si comparamos ambas películas en cuanto al entorno, vestuarios, y algunos elementos externos más. Sin embargo, la aproximación al texto ha sido igualmente pobre, quizás incluso más en esta segunda visión que prometía ser más fiel. La adaptación de la historia es puramente superficial limitándose la misma a una imagen simplista de los hechos que se describen en la narración original.
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Pese a lo anterior, podemos hallar rasgos positivos en la película que ayudan a contribuir a la construcción de un retrato de la época como la fotografía y la ambientación musical que son magníficas: podremos disfrutar de un bello paisaje durante todo momento acompañado por hermosas melodías evocadoras de reminiscencias de cuadros del mejor romanticismo alemán.

Otro aspecto que podría resultar positivo si no se hubiera pecado de exceso, es el de los cuadros de escenas cotidianas, especialmente el de aquellas no mencionadas explícitamente en el libro y que son añadidas con demasiada asiduidad para dar, creemos, esa impresión de realidad, como el tratamiento de los animales en la granja. La insistencia en ciertos planos, que incluyen la imagen de cerdos y de un cerdo en concreto, lleva a una delirante repetición de secuencias que nos hacen cuestionar quiénes viven dentro de la casa y quiénes fuera de la misma. Claro que la higiene y la sanidad eran muy distintas hace tres siglos, pero nos basta con una imagen general para percibir cómo vivían los Bennet, como el primer plano del comienzo de la película, y no aquellas tomas 'eternas' que roban momentos que pudieran haber sido aprovechados para dibujar con más profundidad a los personajes a través de los diálogos de Jane Austen.
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Parece ser que la intención del director ha sido la de convencernos de que el estatus social y económico de los Bennet no es tal como se pinta en otras adaptaciones, más que la de recrear cómo sería de acuerdo al mundo descrito por Jane Austen. El comportamiento de las señoritas Bennet en la mesa parece unir esa inferioridad social y económica con la falta de modales además de su aspecto desaliñado, contrastando fuertemente por ejemplo, con la escena del desayuno interrumpido de la señorita Bingley y Mr Darcy que como dos figuras mayestáticas recientemente almidonadas,‘disfrutan’ de un desayuno concebido para ‘grandes estrellas’. Una manera muy pobre de representar la falta de naturalidad de los ‘ricachones’ frente a la ‘espontaneidad’ que roza lo vulgar de los ‘pobres’ y ‘felices’ Bennet.

En cuanto a los personajes, la elección fue bastante criticada, pues en todo momento e inevitablemente se ha comparado la película en su conjunto con la versión de la BBC para la televisión de 'Orgullo y Prejuicio' del año 1995. Aunque creemos de buena fe que el reparto intenta hacer su papel lo mejor posible, no pensamos que la perspectiva adoptada para cada uno de los personajes interpretados sea la más idónea. Uno de los elementos que más se echan en falta es la ironía austeniana, presente en el comportamiento de la sociedad que la autora representa en sus escritos. Este factor junto con el delicioso sentido del humor de la autora hace que problemas realmente graves del momento resulten mucho más ligeros y no por ello menos importantes.
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Sin embargo la actitud corta de miras con respecto a los personajes hace que todo esto desaparezca. Así sin ir más lejos, la señora Bennet pierde parte del matiz cómico que la caracteriza, y en su constante preocupación por casar a sus hijas, se convierte en un personaje en continuo estado de histeria, algo que en vez de provocar una carcajada, hace que nos apiademos de ella. También el señor Bennet que resulta brillante en cuanto a los comentarios que realiza y que son entendidos rara vez por su esposa, aparece como un hombre cansado de la vida y al que menos pudiera apetecerle una muestra de su ingenio a costa de su mujer o de sus hijas.

Lamentamos ver como el exceso de celo del director por recrear escenas cotidianas sumidas en cierto dramatismo -pese a los contrastes proporcionados por las fiestas y reuniones sociales, no carentes de imágenes grotescas como las borracheras de la señora Bennet- ha hecho que pierda la perspectiva de factores importantísimos como las relaciones humanas que nos describen el carácter de los personajes y que se reflejan sobradamente en los diálogos de Jane Austen.
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Otro de los personajes carente de profundidad es nuestro Señor Darcy que aparece eso sí, como nunca, cuan caballero silencioso, puesto que las secciones más elocuentes que pronuncia en la novela no aparecen en la película. Si la idea de sus adaptadores indudablemente ha sido la de presentar un personaje más al estilo de las hermanas Brönte: Heathcliff en Cumbres Borrascosas o el señor Rochester en Jane Eyre, para proporcionar un cierto aire de misterio y perturbador que atraiga más al público femenino, hasta el mismo Rochester tiene mucho más que decir junto con el torturado Heathcliff.

¿Acaso esta visión pobre del personaje pretendía que el público 'viera' al señor Darcy tal y como parece ser que entienden lo descubre Elizabeth?, ¿es el señor Darcy justo merecedor del rechazo general por ser tan ‘antipático’? Mr Darcy aparece como el 'outsider', un completo desconocido cuya presencia basta para hacer que el resto de la sociedad se sienta en inferioridad provocando incomodidad general y cierto estado de temor. Nadie quiere a Mr Darcy porque parece ser que la culpa de su carácter y el número de sus riquezas van de la mano, algo que se contradice con el ansia de la misma sociedad por emparejarse con jóvenes solteros y ricos. Ni si quiera el desprecio que provoca su actitud orgullosa y hasta un punto grosera puede percibirse más que como miradas de asombro, de ignorancia y rechazo más que por ser grosero, por ser un desconocido, el 'raro' que no se comporta como los demás, un completo extraño, el diferente.
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Los impulsos sensuales y sentimientos encontrados que han tratado de reflejarse sin ton ni son, han hecho que se pierda de vista el elemento racional y conciliador que a la vez alimenta esas pasiones y que explica el cambio de actitud de Elizabeth con respecto del odiado señor Darcy. Es en esta comprensión del carácter de Darcy donde se comprenden los prejuicios de Elizabeth, en tanto que en la película Elizabeth y sus prejuicios son el castigo justo a la actitud oscura del que no quiere adaptarse y pertenecer al 'pueblo'.

Sin duda se ha pecado de simplismo queriendo crear dos corrientes, una de simpatía hacia los representantes de pueblo (el mundo del campo y la naturaleza) y otra de repulsa a los encorsetados ricachones que no saben disfrutar de la vida rural. Una imagen mucho más próxima a las ideas de la señora Bennet que a las de una persona capaz de madurar de manera inteligente la complejidad de razones que llevan a las personas a comportarse de una manera o de otra.
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En cuanto a Elizabeth, nos encontramos con una muchacha risueña pero excesivamente impulsiva que para nada tiene la paciencia de la que tanto habla el narrador de Orgullo y Prejuicio. El hecho de enfrentarse a gritos en pleno campo a su madre (a sus padres) para no aceptar la oferta de matrimonio del señor Collins, resulta inapropiada. La 'obstinación' y determinación de Elizabeth, su carácter fuerte y decidido han sido entendidas por parte de los adaptadores de esta versión como cuatro voces lanzadas al aire y carreras, en el sentido más literal de la palabra, cuyo final puede estar en el sitio más inesperado pero que sí cuadraría perfectamente con la estética de un póster ‘romántico’ con luna llena de dimensiones extraordinarias incluida.

Juventud, carácter y naturalidad en todas las señoritas Bennet son interpretadas como gritos, risotadas, voces y casi silbidos a los caballeros. El señor Bingley también participa de esa naturalidad ufana propia de un carácter sano como el suyo que simpatiza con las chicas del pueblo, hasta tal punto que entra y sale de la habitación de su invitada sin importar que lleve o no camisón. Claro que todo se perdona en ese jugueteo juvenil porque no podemos simpatizar con lo pretencioso de las clases altas representadas en una hermana que entiende la ‘seriedad’ que le confiere su nueva posición social con la agriedad del que se acaba de comer un limón.
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Podríamos seguir con el pobre y aquí reprimido señor Collins, la no menos paranoica Charlotte Lucas, etcétera, etcétera, pero ya ha sido suficiente. Fotografía y música consiguen hacer llevadera esta película si bien no se busca una adaptación de lo que realmente es una compleja historia de amor, comprensión, respeto y evolución de caracteres como resulta ser ‘Orgullo y Prejuicio’ de Jane Austen. Puede llegar a gustarles por todo aquello que la rodea, pero no aguarden nada más allá de una visión superficial de la novela.
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